La vida puede ser vista como un cúmulo de experiencias fugaces que describen en función de míseras fracciones de segundo la historia que define el pasado de una persona. Cada milésima de segundo que supone nuestra experiencia de vida, no determina en absoluto, ni la personalidad. Que muchas veces está ligada a una forma de pensar. Ni la esencia. La cual se está llamado a descubrir o, por lo menos, mantenerse en su asíntota.
Siempre está la opción de huir. Inventarse mil maneras para tener que evadir. Un día, dos, tres... Incluso una semana sigue siendo posible. Con el internet, que entretiene con cada cosa, se puede aguantar más. Hasta que llega el momento en el que, empezamos a escuchar nuestros pensamientos, a entender nuestros sentimientos y a prestarle especial atención a las conversaciones que tenemos con nosotros mismos. Entonces, solo entonces, podemos hablar de estar empezando a conocernos.
Resulta más sencillo juzgar que juzgarse a uno mismo. En esas oportunidades que nos brinda la vida de tenernos en frente en almas desnudas. Se podrá entender en el juicio personal, la sensibilidad, la compasión y el tacto de cada uno.
¿Cómo es tu reflejo? ¿Extremadamente perfecto, un completo desastre, perfecto o un desastre completo? Todos estamos llamados a crear la imagen que queremos de nosotros mismos, pero pocos son capaces de concebir la imagen presente de sí mismos. Admirarla, apreciarla y pulir cada una de sus componentes. Ser en esencia hoy, aquí y ahora.
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